Justo el nombre del impuesto es “tarifa de congestión” y su aplicación intentará disminuir los atascos de tráfico en la mega urbe y a su vez, según sus autoridades, recaudar fondos que se destinarán a las reparaciones de la infraestructura del transporte público.
La gobernadora del estado de Nueva York, Kathy Hochul, es del criterio de que el peaje mejorará la calidad del aire en Manhattan, aliviará sus avenidas embotelladas buena parte del día y se utilizará para financiar a la empresa metropolitana de transportes, que gestiona el metro y los autobuses en la ciudad homónima.
Sin embargo, indican medios locales que las razones expuestas por los tomadores de decisiones no convencen a muchos neoyorquinos que se quejan entonces de que tendrán que trasladarse con mayor frecuencia en el sistema del metro.
Este plan tampoco es del agrado del presidente electo Donald Trump, quien en noviembre dijo que el precio de congestión «pondrá a la ciudad de Nueva York en desventaja con respecto a las ciudades y estados competidores, y las empresas se irán».
La Torre Trump está dentro de la zona de peaje y el mandatario que pronto se instalará otra vez en la Casa Blanca advirtió que eliminará el programa cuando asuma el cargo.
El transporte subterráneo no tiene buena puntuación últimamente, en particular por los reportes sobre el aumento allí de la criminalidad. Hace poco a una mujer que dormía en un vagón del tren le prendieron fuego intencionalmente. El autor del homicidio fue arrestado y espera juicio.
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