Al inicio del acto, ese grupo depositó una ofrenda floral en el busto que perpetúa la memoria de Martí en el Panteón de los Héroes, en Brasilia, donde también se erigen esculturas del Libertador de América, Simón Bolívar, y del general argentino José Francisco de San Martín.
Minutos más tarde, la consejera Irina Sánchez, a cargo de Asuntos Consulares de la Embajada de Cuba en Brasil, significó que Martí fue un hombre con gran vocación latinoamericana e internacionalista, alto sentido del sacrificio y elevados principios éticos.
Refirió que el más universal de los cubanos fue uno de los primeros en comprender la importancia de la unidad para la independencia de Cuba y frenar «los intereses imperialistas estadounidenses sobre Nuestra América». Precisó que el pensamiento del apóstol nos ayuda a confrontar la actual crisis mundial y sus ideas sobre la solidaridad abarcan desde el individuo hasta toda la humanidad.
Se manifiesta, alertó, en su ética de que cualquiera injusticia en cualquier parte del mundo la sufre uno mismo.
Con verbo emocionado, la diplomática leyó el poema martiano Yugo y estrella, el cual advierte que la búsqueda del lugar de los justos es un manto de esos astros que no está fuera de la dimensión humana y la responsabilidad de emplear las fuerzas que se consumen a lo largo de la vida es el pedestal de la dignidad del hombre.
Sánchez consideró que «Martí fue el mentor directo de la Revolución cubana» e instó a estudiar cada vez más su obra para el camino de la unidad, de la solidaridad y de los principios para defendernos y vencer.
La figura de José Martí es universal. Su pensamiento, en cuyo centro siempre estuvo el hombre y la búsqueda de la justicia, resulta fundamental para la identidad cultural de Cuba y de toda América Latina.
«Con todos y para el bien de todos» resume la esencia de su lucha, opuesto a la desigualdad y exclusión, como cuando ratificó su lealtad básica hacia los desposeídos.
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