Los ojos algo asustadizos y con mirada esquiva, destacaban en el rostro de la niña de 10 años, quien junto a su mamá y un hermano menor hicieron primero el viaje desde Venezuela en busca de la tierra prometida que ahora es a la inversa.
Medios digitales publicaron los testimonios. Las historias discurren a diario, desde que Trump anunció -y firmó una orden ejecutiva- el pasado 20 de enero cuando tomó posesión del cargo para un segundo mandato, en la que prometió las mayores deportaciones jamás registradas en Estados Unidos y declaró emergencia nacional en la frontera sur.
A partir de ahí las medidas de su administración se sucedieron una tras otra, entre ellas las redadas migratorias incluso lo que antes fue una aplicación para facilitar la entrada legal, la solicitud de asilo (CBP One) se convirtió en CBP Home, para que los migrantes decidan irse por sí mismos.
Trump lanzó un reciente mensaje a los inmigrantes indocumentados: váyanse voluntariamente de Estados Unidos “por las buenas”, porque la deportación “por las malas… no es agradable”. Se refería específicamente a las acciones de agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Es un periodo incierto. Cualquiera hasta por equivocación cae. Hay migrantes, de acuerdo con informes, que han entregado a terceros indicaciones precisas sobre qué hacer si un día de estos salen de casa y no regresan.
Ese fue el pánico que invadió a esa madre venezolana que se autodeportó con sus dos hijos. No habría soportado que en una ida o venida del trabajo la arrestaran a ella y tuviera que separarse de sus niños. Su pequeña de 10 años tiene razón, el sueño americano asusta.
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