Los propietarios de medios de comunicación han ajustado su postura para evitar enfadarlo, leí hace poco en un extenso material en uno de los periódicos más influyentes en Estados Unidos.
Aún sin llegar a los 100 días desde su regreso a la oficina oval, el alcance de los edictos y pronunciamientos del mandatario estadounidense impactan la vida nacional, con efectos en muchos aspectos de la sociedad como la cultura. Ha utilizado el poder de la presidencia para impulsar los cambios.
Hace poco asumió el mando de una de las instituciones artísticas más importantes de Estados Unidos: el Centro Kennedy para las Artes Escénicas en la capital del país. Y sus efectos ya se hacen sentir, pues comenzaron cancelaciones de espectáculos o se apartaron artistas.
El musical Hamilton sobre los padres fundadores, que estaba en programa para conmemorar (en el 2026) el aniversario 250 de la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776), fue cancelado porque “las últimas acciones de Trump significan que este ya no es el Kennedy Center que conocemos”, dijo Lin-Manuel Miranda. “No seremos parte de él mientras siga siendo el Trump-Kennedy Center”, subrayó.
El Centro Kennedy, fundado en 1971, alberga más de dos mil actuaciones al año en diversas disciplinas artísticas y es sede de la Ópera Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional, cuyo asesor, el músico Ben Folds, renunció con la entrada de Trump.
También se marcharon la cantante Renée Fleming y Shonda Rhimes, una reconocida escritora y productora de televisión.
“En mi dirección, vamos a hacer que el Kennedy Center en Washington D. C. sea grande otra vez”, se jactó Trump en sus redes sociales.
Es curioso que en comentarios que hizo a bordo del Air Force One el presidente dijo que algunos de los espectáculos en el Kennedy Center “eran terribles”, sin embargo, cuando se le preguntó si había visto algo allí respondió que no.
Un caso que dio de qué hablar fue el de la actriz y productora Julianne Moore, una de las víctimas de las políticas que en la educación y la cultura adopta el gobernante desde que inició su segunda temporada en la Casa Blanca.
Moore expresó su tristeza, sorpresa e incredulidad al enterarse del veto a su primer libro infantil Freckleface Strawberry (2007). “Y no puedo evitar preguntarme qué tiene de polémico este libro ilustrado que provocó que el Gobierno de Estados Unidos lo prohibiera”, escribió en su cuenta en la red social Instagram.
“Estoy realmente triste y nunca pensé que vería esto en un país donde la libertad de expresión es un derecho constitucional”, opinó la galardonada actriz, ganadora de los cuatro premios más importantes de la industria cinematográfica: el Oscar, los Globos de Oro, el BAFTA y el del Sindicato de Actores.
Moore, conocida por su participación en películas como The Lost World: Jurassic Park (1997), Hannibal (2001), Las horas (2002), A Single Man (2009) o La habitación de al lado (2024), confesó que ese fue un “libro que escribí para mis hijos y para otros niños”.
Los anteriores no son casos aislados en medio de un control casi absoluto de Trump que apuntó a programas de diversidad, equidad e inclusión. La medida repercutió en importantes museos con financiación federal, incluidos el Smithsonian y la Galería Nacional de Arte, la cual de inmediato anunció el cierre de su Oficina de Pertenencia e Inclusión.
Trump disolvió además el Comité Presidencial de Artes y Humanidades —un grupo histórico y no partidista creado en su época por el presidente republicano Ronald Reagan—, que reunió a destacados artistas, académicos y profesionales de museos.
En 2017, en su primer mandato, desactivó el grupo luego de la renuncia de 17 de sus miembros por la respuesta que dio entonces a la violenta manifestación de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia. Su sucesor demócrata en el despacho oval, Joe Biden (2021-2025), lo restableció en 2022, y, en enero último, cuando retornó al cargo, lo volvió a disolver.
También el Fondo Nacional de las Artes, una agencia federal, recortó sus subvenciones para el año fiscal 2026, una mala noticia para no pocas pequeñas organizaciones artísticas en comunidades desatendidas en Estados Unidos.
Un artículo en The New York Times advirtió que, después de ganar un segundo mandato en gran parte gracias a llamamientos a una guerra cultural dirigidos a los estadounidenses que piensan que el país ha cambiado demasiado, el magnate parece más decidido que nunca a ir más allá y reorientar el país hacia su visión de lo que debería ser.
“Los esfuerzos de control cada vez mayores de Trump parecen una extensión de la marca con esteroides”, opinó Gwenda Blair, estudiosa de mucho tiempo del presidente y autora de The Trumps, biografía de varias generaciones de la familia, citada por el rotativo neoyorquino.
Blair fue categórica sobre el mandatario: “En su época de bienes raíces se promocionaba a sí mismo como el negociador con más éxito del país. Durante El aprendiz, se transformó en el jefe del lugar de trabajo de la nación. En la última década, se ha expandido a jefe del Partido Republicano y del gobierno federal. Y ahora se está convirtiendo en el jefe de todos y de todo”.
(Tomado de Cuarta Pared, suplemento cultural de Orbe)