La actividad volcánica del accidente geológico en la norteña provincia de Alajuela se mantiene activa y afecta en particular a varias poblaciones, según el Observatorio Vulcanológico y Sismológico (Ovsicori).
Los territorios hasta donde llegan las cenizas abarcan el conocido Valle Central que comprende tres mil 250 kilómetros cuadrados del país centroamericano, con una altitud promedio de mil 400 metros sobre el nivel del mar, desde Alajuela, en el oeste, hasta Paraíso de Cartago en el este.
La población de San José, ciudad a unos 33 kilómetros del volcán en línea recta hacia el sur, puede apreciar ya desde hace varios días las huellas oscuras de la ceniza en algunas partes, en especial patios, portales y jardines.
Las comunidades más afectadas son en la región aledaña al volcán, como la localidad de Alajuela, Turrúcares, Santa Bárbara, Poasito, Desamparados y Carrizal -todos en provincia de igual nombre- San Pedro, Chilamate, y Sabana Redonda, estos últimos en Poás, así como San Juan Norte de Cabuyal y San Isidro.
Los consejos médicos de la Caja Costarricense de Seguro Social ante la caída de ceniza comprenden usar lentes y mascarillas o pañuelos humedecidos, sombreros de ala ancha y camisas de manga larga, evitar actividades al aire libre y cubrir los recipientes para agua.
Las medidas incluyen cerrar puertas y ventanas, colocar toallas o trapos húmedos en las rendijas, proteger los equipos electrónicos, mantener a mano los medicamentos de uso diario y agua embotellada para al menos 24 horas y tapar los equipos electrónicos, canoas y desagües para evitar la acumulación de ceniza.
El volcán acumula ya seis semanas de erupciones con emisiones de gases tóxicos, contaminación de ríos y explosiones de fragmentos incandescentes, que afectan a las comunidades cercanas, según expertos.
La actividad del cráter “es crónica y hay que estar alertas”, advirtieron en conferencia de prensa especialistas de la Comisión Nacional de Emergencias.
Las nuevas erupciones del Poás suman otras afectaciones, como la lluvia ácida que daña la agricultura y la ganadería, precisó Alejandro Picado, presidente de esa institución.
La acción eruptiva creció desde noviembre, con un repunte significativo en enero, mientras otros estudiosos coinciden en que se trata de “un proceso crónico, incierto y posiblemente prolongado”.
“Estamos atendiendo la situación desde sus inicios -agregó Picado- y de manera muy coordinada con todas las instituciones, aunque se mantiene la alerta naranja para el Parque Nacional Volcán Poás y el cercano distrito de Toro Amarillo, en Sarchí.
La expulsión de materiales con impacto directo dentro del parque comenzó a finales de febrero e inicios de marzo y desde entonces el fenómeno se extendió hacia comunidades aledañas, puntualizó el geólogo Lidier Esquivel.
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