Las opiniones lo enaltecen por sus méritos literarios, lamentan la contradicción entre el brillo de su obra literaria y su adhesión a la derecha extrema, lo critican por su alineamiento con gobiernos de ese tinte o lo elogian por ello, considerándolo un mérito.
La comunicadora peruana Laura Arroyo, radicada en España, país donde el Premio Nobel vivía desde hace décadas, enfocó su figura y su legado como peruana, como lectora de sus novelas pero tambiém “como demócrata con memoria”.
Recordó aspectos que obvian los epitafios, como el hecho que fue “un escritor orgánico que hizo política activa” desde su posición de celebridad literaria y señaló que no se puede hablar solo de su obra, soslayando su andar político.
“Hoy, cuando las loas se reproducen acríticamente, conviene recordar que Vargas Llosa no generó polémica, como se afirma en forma abstracta, sino que apostó políticamente por ciertos personajes, discursos y proyectos”, anotó.
Fue, agregó Arroyo, un defensor del proyecto de la internacional reaccionaria, con su aval al pinochetista José Antonio Kast en Chile, Bolsonaro en Brasil y el extremista Javier Milei en Argentina.
Señaló el clasismo perverso que lo llevó a llamar salvajes a ciudadanos de la comunidad indígena peruana de Uchuraccay -que dieron muerte a ocho periodistas en 1983- y analfabeto a un presidente elegido por el voto popular como Pedro Castillo y a denigrar la obra del escritor indigenista José María Arguedas.
La catedrática Victoria Guerrero también deploró las posiciones políticas de Vargas Llosa, al señalar que estas no se pueden obviar al escribir sobre el Nobel.
“Admiro toda su obra, que leí en mi casa, y condeno su deriva política y de apoyo a la derecha extrema”, agregó y señaló entre los virajes el escritor, el de haber predicado contra la sociedad del espectáculo y después sumarse a ese culto a la frivolidad.
El poeta Jimmy escribió el texto titulado “Canto sin luto a Vargas Llosa”, en el que dice que “No. No siento pena. Ni un ápice. Ni media lágrima impostada. Ni un suspiro mal invertido”.
“¿Pena? Sería como llorar por el verdugo porque escribe con pluma de cisne y contorsiones tecnicistas. No puedo -ni quiero- separar al escribidor del personaje, al narrador de su cruzada ideológica contra la sensibilidad social”, añade.
El texto dice también que Vargas Llosa dejó “deudas con la historia y con la decencia literaria” y añade que sabia conjugar los verbos mejor que nadie, pero nunca aprendió a conjugar la empatía con la justicia, la libertad con la solidaridad.
“Lo suyo no fue solo literatura: fue cruzada infernal, fue panfleto perfumado, fue sermón neoliberal con tinta fina parosmial, en contra de América Latina y Cuba libre”, agrega.
Según el sociólogo Gabriel Cabrera, no se regocija de la muerte del escritor, “pero tampoco olvidamos todo lo nefasto que fue, traicionando desde joven sus ideales izquierdistas para ir derivando primero al liberalismo de derecha y de ahí al franco fascismo”.
“Ni una lágrima ni un lamento por Vargas Llosa, nos reafirmamos más bien, en la defensa del legado de nuestro amauta (maestro en quechua) José Maria Arguedas, la antítesis de Vargas Llosa”, dijo.
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