Según la Organización Mundial de la Salud se estima que entre seis y siete millones de personas en todo el mundo están infectadas con Trypanosoma cruzi, el parásito que causa la enfermedad de Chagas, y que provoca unas 12 mil muertes cada año.
Al menos 75 millones de personas corren riesgo de infección, con una incidencia anual estimada entre 30 mil y 40 mil casos.
Sin embargo, en muchos países, las tasas de detección son bajas (menos del 10 por ciento y, a menudo, menos del uno por ciento) y las personas que padecen la enfermedad habitualmente encuentran barreras importantes para el diagnóstico y la atención sanitaria adecuada.
A este padecimiento se la llama una “enfermedad silenciosa” porque la mayoría de los pacientes no presentan síntomas ni durante las fases agudas ni crónicas de la infección, hasta que el daño está demasiado avanzado para revertirse.
Sigue siendo un problema de salud pública, especialmente en varias zonas endémicas de América Latina continental, donde la carga sobre los sistemas de salud es la más alta.
De acuerdo con los expertos, en los últimos años el cambio climático y la migración global han ampliado el alcance de la enfermedad a varios países fuera de las Américas.
A pesar de que se han documentado casos en unos 44 países de todo el mundo, sólo seis cuentan con sistemas de información para monitorear los casos existentes y las rutas de transmisión activas.
La transmisión puede ocurrir a través de seis vías: vectorial, oral, congénita, transfusional, trasplante de órganos y accidente de laboratorio.
La detección temprana es clave ya que la enfermedad de Chagas es curable cuando el tratamiento se administra poco después de la infección.
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