Esta planta ama la luz y el calor, y es por ello que se cultiva principalmente en la localidad de Al-Marah, en la árida y semidesértica región de Al-Qalmoun, al norte de la capital siria, donde están dispersos los campos de estos arbustos espinosos, cuyas flores se recogen en medio de rituales milenarios.
En medio de un ambiente festivo y familiar, los campesinos trabajan arduamente desde horas tempranas de la mañana en la recogida de los pétalos rosados de esta flor, que luego procesan manualmente para utilizarlos en perfumes, colonias y otros productos cosméticos, culinarios y medicinales.
Los agricultores aseguran que esta temporada la cosecha ha sido muy buena gracias al apoyo que reciben, sin embargo, lamentan la ausencia este año de la primera dama Asmaa Al-Assad, principal patrocinadora del cultivo y que actualmente se somete a tratamiento tras ser diagnosticada con leucemia.
Por su fragancia embriagadora, fresca y suave, es la flor de los perfumistas por excelencia. Además de su olor envolvente y delicada belleza, está repleta de beneficios para la piel y es conocida desde la antigüedad por sus propiedades calmantes y suavizantes.
La rosa de Damasco se ha convertido en un elemento patrimonial y económico transfronterizo que expresa la verdadera naturaleza generosa y fraternal de los sirios. Incluso es considerada como embajadora de la paz y la belleza del país.
(Tomado de Orbe)