Mamani trajo a Quito piezas pictóricas y esculturas que reflejan la cosmovisión andina y su relación con la Pachamama (madre naturaleza).
Ante una sala repleta de quienes acudieron en la noche de este martes a celebrar los 105 años de Oswaldo Guayasamín, el boliviano recordó que hace unos 30 años conoció en La Paz al pintor ecuatoriano como jurado de un concurso que ganó.
Al darme el premio me dijo “del indio mayor, al indio menor”, rememoró Mamani que aseguró que Guayasamín no ha muerto, pues ha dejado colores, ternura y cosas para que aprendamos.
Durante el evento, la Fundación Guayasamín firmó un convenio con la alcaldía del municipio de Quito para promover exposiciones, conciertos, talleres tanto en la Casa Museo como en la Capilla del Hombre, espacio que Guayasamín concibió como homenaje al ser humano y no logró ver terminado.
Para el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, no se ha hecho lo suficiente para reconocer a Guayasamín dentro del país y “no podemos cometer el pecado de la ingratitud”.
Tenemos que contribuir con su familia y con la Fundación para que su legado se mantenga, afirmó el burgomaestre.
Asimismo, se suscribió un convenio con la empresa suiza Biodry, que donó un sistema que permite eliminar la humedad que afecta la Casa Museo y está valorada en unos 150 mil dólares, según precisó Miguel Gavilanes, representante de la compañía en Ecuador.
Oswaldo Guayasamín nació el 6 de julio de 1919 y llevó su arte indígena y mestizo desde esta nación sudamericana hasta lugares encumbrados de la cultura del mundo e inmortalizó a figuras como el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, a quien le unió una profunda amistad.
A través de su obra, Guayasamín abordó temas como la pobreza, el sufrimiento, la esperanza, con un enfoque crítico y comprometido.
El artista no solo fue un pintor destacado, sino también un escultor, dibujante y muralista cuya obra sigue resonando por su potente mensaje humanista.
El conocido como ‘Pintor de Iberoamérica’ falleció el 10 de marzo de 1999 y dejó un legado que invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y responsabilidades como seres humanos, recordándonos que, a pesar del dolor y la injusticia, siempre hay espacio para la esperanza y la solidaridad.
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