Por Fausto Triana, enviado especial

Empero, nadie quiere perderse los momentos más potentes que deja la tradicional cita cuatrienal y entre otras pinceladas, se antoja increíble que una tiktoker consiguiera 1,8 millones de vistas por sus cápsulas en torno al voley playa.

La razón es evidente: el torneo se juega en el Estadio Torre Eiffel y voleibolistas y público disfrutan de encontrarse, literalmente, a la sombra de la Grande Dame del Sena, como se le conoce también a la obra de Gustave Eiffel.

En esa misma línea, las pruebas de ciclismo de ruta, marcha 20 kilómetros y maratón de marcha por relevos mixto tendrán un punto relevante en la Plaza Trocadero, umbral de excepción del aclamado monumento. Su vecina instalación de los Campos de Marte, acogerá el judo y próximamente la lucha libre y grecorromana.

La originalidad de los francesas en la organización de los Juegos Olímpicos se asienta bastante en los escenarios escogidos, muchos llenos de historia y tradiciones, Sobresalen entre ellos, el Grand Palais, la Plaza de la Concordia y el Puente Alexander III.

Luego, resaltan momentos de mucha intensidad humana que transitan entre el eterno drama de alegrías, tristeza y llanto. Emociones que se trasladan a todos los terrenos, desde el sabor agridulce de una medalla de plata que debía ser oro.

Así le ocurrió a la recordista mundial estadounidense Gretchen Walsh, tras ser superada por milésimas de segundo por su compatriota Torri Huske en la prueba de 100 metros mariposa. Lo mismo a la estrella naciente de la natación Ariarne Titmus, superada por Mollie O´Callaghan, en los 200 metros libres.

El caso de la japonesa Uta Abe es tal vez uno de los más memorables. sorprendida por la uzbeca Diyora Keldiyorova en los 52 kilogramos, a quien dominaba, su llanto conmocionó al público y las imágenes dieron la vuelta al mundo.

La frustración por la derrota, inesperada, adquirió tintes dramáticos. Otro caso, pero en el sentido más positivo, el de la

francesa Sarah Léonie Cysique, decepcionada al caer ante la canadiense Christa Deguchi en semifinales y verse obligada a buscar el bronce en los 57 kilos. Una medalla, finalmente obtenida, en la que descargó su rabia aunque terminó abrazándola.

El encanto idílico de los espectadores deseosos de la continuidad del español Rafa Nadal en el tenis, concluyó con su revés sin apelaciones ante el serbio Novak Djokovic. Probablemente, la última vez que pudimos ver a estos dos colosos en las canchas del Roland Garros parisino.la escena denominada ‘Festividad’ en la fastuosa apertura de las citas deportivas cuatrienales, con una clara evocación al famoso cuadro de Leonardo Da Vinci, La última Cena, por lo que los organizadores se vieron obligados a responder de forma oficial.

A los innumerables elogios a los actos en la noche del 26 de julio, en los cuales deslumbraron las cantantes Céline Dion y Lady Gaga, las coreografías a partir de la música, danza, ópera, historia y literatura, todo alrededor del rio y los puentes del Sena, llegó la polémica con la escena Festividad de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.

Inspirado en la pintura de Leonardo Da Vinci La última cena, que representa el momento en que Jesucristo declaró que un apóstol lo traicionaría, Festividad presentó a la DJ y productora Barbara Butch, un ícono LGBTQ+, en el centro de una hipotética mesa, rodeada por artistas drags queens y bailarines identificados con estas tendencias.

La reacción de la iglesia católica francesa no se hizo esperar, a tono con el rechazo de importantes figuras de la opinión pública internacional, además de la asociación de Abogados Cristianos.

“Nunca hubo intención de faltar al respeto a ningún grupo religioso. Toda la ceremonia intentó celebrar la tolerancia comunitaria», dijo en rueda de prensa Anne Descamps, portavoz de París 2024.

Este objetivo se logró. Si la gente se ha sentido ofendida, lo sentimos mucho, zanjó Descamps, en una frase en linea con la larga tradición de laicismo y anticlericalismo de Francia.

arc/ft