Preguntar la hora fue una constante en esta sofocante jornada en la llamada Perla del Caribe, nadie quería perderse la pelea del Gigante de Herradura, una forma para distinguirlo por su estatura, fuerza, palmarés y su lugar de procedencia en el occidental provincia de Pinar del Río.
No hubo pronósticos adversos, todos aquí confiaron en él, sin importarles que en breve estará arribando a sus 42 años edad, y que una quinta medalla olímpica para los escépticos era una quimera para una cita estival, pero nunca fue un imposible para el humilde y noble abanderado de la delegación antillana.
En Puerto Príncipe, en el Sur del país y en cualquier punto de esta geografía, cada cual buscó la forma ver el choque con Yasmani Acosta, un matancero que representó el pabellón de Chile, y que nunca abandonó su ética y derrochó cariño y admiración por quien considera su ídolo.
Acosta no dudo con su equipo técnico hacer entrenamientos conjuntos con Mijaín, una preparación que lo llevó a colgarse una presea de plata en su robusto cuello, que sin dudas carga su mejor resultado en su carrera deportiva.
En medio del alegrón todos coinciden en que a Mijaín nunca lo ataron los malos presagios de aquellos que aseguraban que era mejor quedarse en casa con cuatro títulos olímpicos y no ir por un quinto a París 2024.
Era mejor terminar sus días en el colchón como ganador y no como un perdedor, pero su instinto de campeón lo dejó intentarlo.
Los cubanos en Haití estaban metidos en el combate con el Gigante de Herradura, quien hizo derramar lágrimas algunos, mientras que en las gradas de Francia coreaban López, haciéndose evidente la reiterada frase de un entusiasmado comentarista… «Mijaín tiene a París a sus pies.»
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