El atentado suicida, ocurrido el 26 de agosto de 2021 y cuya autoría se adjudicó el grupo extremista Estado Islámico, provocó también la muerte a más de un centenar de civiles inocentes afganos.
Biden catologó a los miembros de las fuerzas estadounidenses como “patriotas en el sentido más alto” y dijo que le deben a “ellos y a sus familias una deuda sagrada que nunca podremos pagar por completo, pero nunca dejaremos de trabajar para cumplirla”. En un comunicado de la Casa Blanca, el mandatario subrayó que la de Afganistán fue la guerra más larga de Estados Unidos.
Un total de “20 mil 744 militares estadounidenses resultaron heridos y dos mil 461 hicieron el máximo sacrificio”, señaló el presidente Biden.
Por su lado, el expresidente Donald Trump trató este lunes de sacar provecho político al intentar vincular a la candidata demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris con la caótica retirada de la nación centroasiática tres años atrás.
El candidato republicano depositó ofrendas florales en el Cementerio Nacional de Arlington a tres de los que causaron baja en el atentado de Kabul y luego viajó a Michigan a la conferencia de la Asociación de la Guardia Nacional de Estados Unidos.
En su red Truth Social, el exgobernante consideró que la retirada de Afganistán fue “el momento más VERGONZOSO en la historia de nuestro país. Incompetencia grave: 13 soldados estadounidenses MUERTOS, cientos de personas heridas y muertas”.
El entonces joven gobierno de Biden tuvo que acelerar el repliegue del territorio afgano en contra de todos los pronósticos, una partida atropellada que le costó al demócrata críticas y un descenso en las encuestas.
La imagen de eficacia que trató de promover Estados Unidos desde que invadió Afganistán en 2001 se fue al traste al abandonar ese empobrecido país dejándolo en manos del Taliban, el grupo armado al que fueron a derrotar las tropas del Pentágono en nombre de la cruzada contra el terror.
Tampoco lograron la gobernabilidad que pretendió imponer Washington ni pudieron reconstruir aquella nación, objetivo en el cual se dilapidaron miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses.
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