Desde su nombramiento el 5 de septiembre por el presidente Emmanuel Macron, el jefe de Matignon ha realizado consultas sobre la formación del nuevo gobierno, en un contexto de polarización política por el rechazo de la izquierda y de organizaciones sociales a su llegada al cargo.
Los contactos de Barnier se centran fundamentalmente en figuras del oficialismo y de su familia política, el partido conservador Los Republicanos, marginando del proceso a la extrema derecha, en particular a Agrupación Nacional (RN).
Por su parte, el Nuevo Frente Popular, integrado por insumisos, socialistas, ecologistas y comunistas, descartó participar en el gobierno, tras acusar a Macron de dar un golpe de fuerza a la democracia y de ignorar los resultados en las urnas.
El bloque de la izquierda reclama el derecho a gobernar, al ser la lista que más diputados logró en las elecciones legislativas de julio (193), aunque lejos de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (289).
Una vez designado, el gabinete liderado por el primer ministro Barnier enfrentará varios desafíos, con destaque para la elaboración, discusión y aprobación del Presupuesto 2025 del Estado.
El Nuevo Frente Popular ya expuso que censurará al nuevo gobierno, que estará en la cuerda floja, porque si los diputados de RN hacen lo mismo en la Asamblea, Barnier y el gabinete caerían, acentuando la crisis de gobernanza en Francia.
De momento la extrema derecha asegura estar vigilante de los pasos del otrora negociador europeo para el Brexit, con la mira en las estrategias de gestión que presentará próximamente en su declaración de política general ante la cámara baja.
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