Los tártaros son unos de los pueblos más numerosos dentro de la Federación de Rusia. La mayoría de ellos vive en Tartaristán y Bashkiria, aunque también hay grandes comunidades en Siberia y Crimea. Y vivan donde vivan, celebran cada verano el Sabantúi, literalmente la “fiesta del arado”.
En esencia, la festividad consiste en la reunión de la comunidad tártara, donde realizan diferentes actividades como rituales ancestrales, recitales, bailes y danzas tradicionales, competiciones deportivas y otros juegos típicos tártaros como el kurech (o lucha con cinturón), carrera de caballos y saltos.
También hay otros pasatiempos muy populares como buscar una moneda dentro de un recipiente que contiene qatıq (bebida a base de leche), o combate de almohadas sobre un tronco.
Un espacio importante lo ocupa la gastronomía, con la degustación de platos tradicionales: empanadas triangulares (echpochmak), redondas (elesh), las famosas galletas con miel (chak-chak), las rosquitas Baursak y el té aromatizado.
Es costumbre regalar toallas bordadas con motivos nacionales y ofrecer huevos cocidos. Cada familia recoge todo lo que puede para obsequiar a los ganadores y los trabajadores agrícolas igualmente son recompensados.
Según los historiadores, en Tartaristán esta festividad tiene más de 1 000 años. Actualmente se celebra no solo en la mayoría de las regiones rusas, sino también en varios países de Europa, Asia, América y Australia.
A instancias del Gobierno de Rusia, el Sabantúi se presentó para ser incluido en la lista del Patrimonio Cultural Oral e Intangible de la Humanidad, establecida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)
