domingo 29 de septiembre de 2024
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Industria, perfección y grupos virtuales

Seul, 29 sep (Prensa Latina) El 13 y 14 de abril de este año, la banda virtual Plave sorprendió al llenar el Estadio Olímpico de Seúl para un concierto donde personas reales cantaron y aclamaron a avatares, un hito sin duda dentro de la industria musical coreana.

Considerada un importante rubro económico, en tanto incide en la cotización en bolsa de algunas empresas, el turismo y la venta de mercancías diversas, la industria del k-pop se ha convertido desde hace un tiempo en mucho más que una carta de presentación de la cultura de Corea del Sur.

La creciente ola de adeptos en los más diversos rincones del planeta no solo hizo que premios como los American Music Awards (AMA) y MTV Video Music Award crearan categorías específicas para artistas del género, sino que el impacto de los llamados “idols” llegó también a la moda y al mundo de las tecnologías.

La relación de estos artistas con sus seguidores es una fuente potencial de ingresos que todos tratan de aprovechar al máximo, pues los fanáticos consumen desde los alimentos y vestimentas que estas celebridades usan o recomiendan, hasta programas de televisión, juegos y aplicaciones que estén vinculados a ellos.

Sin embargo, tras el brillo de los escenarios y los mensajes positivos que muchas veces estos grupos y solistas trasmiten, la instrumentalización que de ellos hacen tanto las empresas como el público en ocasiones pone al descubierto un rostro de la cultura surcoreana que no es agradable de mirar.

El bullying hacia quienes no cumplen los estándares de belleza; los extenuantes horarios de prácticas y trabajo;las dietas extremas para lograr la perfección visual, en el canto y el baile, e incluso la invasión de la privacidad, constituyen parte casi inseparable de la industria del entretenimiento coreana.

Fanáticos que exigen a sus artistas no tener pareja, pues sienten que el apoyo que dan y el dinero que pagan en mercancía les otorga ese derecho, y medios de prensa a la caza de cualquier desliz —amoroso o de cualquier tipo— se unen al combo, cuya presión muchas veces se torna demasiado pesada.

Los suicidios el pasado año del cantante Moon Bin (25 años) y del actor Lee Sun-kyun (48 años), este último miembro del elenco de la película ganadora del Óscar Parásitos, son un triste recordatorio de las posibles consecuencias.

En otra dirección, pero igualmente nocivo, resulta el ejemplo de la ruptura de Karina, líder del grupo femeninoAespa, con el actor Lee Jae-wook, en abril de este año, debido a la ola de odio de la que fue víctima, incluso luego de haberse disculpado con sus fanáticos por tener un romance.

Recientemente acaparó titulares Min Yoongi (Suga), del reconocido grupo BTS, quien tras caerse de su scooter eléctrico en la entrada de su casa cuando regresaba de una cena donde bebió alcohol —si bien no causó ningún daño— fue acosado por los medios, que divulgaron información falsa y convirtieron lo que debió ser una cancelación de licencia y multa en una investigación de interés de la Fiscalía.

En ese escenario, y aunque todavía muchos no entienden la existencia de los grupos virtuales, ya sean generados por inteligencia artificial o avatares que ocultan a personas reales, otros consideran que la fórmula pudiera salvar a sus idols de esa perfección que se les exige.

“No necesitas ser hermoso o joven para debutar”, decía una usuaria en X al referirse a grupos como Plave, donde los avatares realizan transmisiones en vivo e interactúan con su público al igual que las celebridades de carne y hueso.

Otros argumentan que no es justa la competencia para el resto de los artistas, sin embargo, para algunos esa podría ser la tabla de salvación, la carta de triunfo que pudiera lograr que sus favoritos tengan espacio para una vida normal.

(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)

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