Por si fuera poco, esa anomalía meteorológica propició la prolongación de sequías en varios confines del planeta, en especial África, donde miles de personas murieron o apenas sobrevivieron a la falta de agua y perdieron cultivos y ganado de los cuales dependía su existencia misma.
Como ejemplo cita las 130 muertes causadas en noviembre del año pasado por inundaciones repentinas en países del Cuerno de África vistas solo cada 100 años.
La persistencia de temperaturas caniculares en lugares tan distantes como el sur y el este africano, Asia y Sudamérica, fue tan brutal que evaporó ríos, lagos, mantos freáticos, glaciares y ni siquiera perdonó la humedad de la tierra y de las plantas, subraya el reporte de la OMM, emitido en su sede central de Ginebra Suiza y difundido en este país del oriente africano.
Asimismo subraya que “el agua es la base de la vida, pero también puede ser una fuente destructiva (…) uno de los resultados de este estudio es que el agua cada vez es más impredecible, con ciclos hidrológicos erráticos causantes de inundaciones, sequías brutales y un cambio climático responsable de estos comportamientos extremos”.
El texto cobra carácter dramático cuando señala que “jamás hemos presenciado un área mundial tan vasta bajo tales condiciones secas en los 33 años transcurridos desde el inicio de nuestra recopilación de datos sobre el tema (…) por lo que consideramos que (2023) es el año más seco”.
Abunda que el río Amazonas, que recorre varios países sudamericanos, y el Lago Titicaca, sufrieron fuertes condiciones de sequía mientras, en contraste, áreas de Oceanía padecieron inundaciones.
La agrupación, creada en 1950 a la sombra de la ONU exhortó al mejoramiento de la recopilación de datos para elaborar un cuadro más claro de los recursos hídricos y ayudar a los países y comunidades a adoptar acciones de respuesta a la crisis que cada vez más adquiere relieves de castigo bíblico a los humanos por sus desmanes.
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