Al cumplirse este lunes un año del inicio de la masacre del sionismo contra los palestinos en Gaza, el diplomático presentó en una sala principal repleta de ese centro cultural el documental Nacido en Gaza, del director Hernán Zin, filmado en 2014.
En presencia de la senadora Silvia Salame, una amplia representación del cuerpo diplomático acreditado, intelectuales bolivianos e integrantes del movimiento de solidaridad, el embajador recordó que los intentos de genocidio comenzaron en 1947, un año antes del surgimiento de Israel como Estado.
Indicó que comenzaron a ejecutar ese crimen las milicias israelíes con el respaldo del entonces ocupante imperio británico.
“Ahora esa política de exterminio continúa con el apoyo de la potencia más poderosa del mundo, Estados Unidos, que con su veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas propicia la continuidad de este crimen”, afirmó Elalwany.
Agradeció el diplomático la amplia postura solidaria de los bolivianos y del mundo en respaldo a la paz para que un día todos los pueblos del Medio Oriente puedan convivir sin guerras.
Lamentó que hoy continúen la masacre y el genocidio con bombardeos, bloqueos y el aislamiento de la población palestina.
“Las 41 mil 825 muertes en un año, no son una cifra -advirtió Elalwany-, se trata de igual número de vidas más 800 desaparecidos, a quienes también se suman miles de fallecidos y de rehenes detenidos en Cisjordania”.
En relación con Gaza, cifró en 17 mil 700 los niños asesinados.
Agregó que “el 7 de octubre demostró la doble moral de los aliados de Israel con Estados Unidos a la cabeza”.
Insistió el embajador en lograr un alto al fuego y garantizar la paz para todos los pueblos de la región sobre la base del respeto al Derecho Internacional y al del pueblo palestino a ejercer la soberanía en su territorio.
Llamó el diplomático a la conciencia internacional para que asuma su papel y contribuya a una paz justa basada en soluciones políticas integrales.
Rodada tras la ofensiva israelí que asoló a esa franja en 2014, Nacido en Gaza sigue a 10 niños que cuentan con naturalidad y a la vez con estremecedora crudeza cómo transcurre su día a día bajo las bombas y un confinamiento que les priva de la infancia.
Conmueven menores como Udai, quien perdió su casa y su hermano durante un ataque con misiles; Mohamed, que cada jornada sale a buscar basura para subsistir y mantener a la familia.
En una escena de “cine verdad”, el espectador sufre el mismo dolor que Sondos durante la cura de heridas por la metralla en el estómago, quien al final tiene que aguardar que la lleven al extranjero para poder ser operada.
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