El fenómeno, consecuencia de copiosos aguaceros en agosto y septiembre últimos, además dejó una estela trágica pues costó la vida a por lo menos 11 personas arrastradas por las precipitaciones en lugares donde nunca se suponía que ocurrieran.
En todo este torbellino de declaraciones, hipótesis y asombros, apareció una buena noticia: fotos tomadas por satélites meteorológicos mostraron indicios del vital líquido en el lago Iriqui, localizado entre las zonas de Zagora y Tata, cuyo lecho no experimentaba la fresca caricia del agua hace más de medio siglo.
Más allá de los cambios climáticos que la evaporación de las aguas de seguro impondrá al clima en Marruecos, la lluvia es vista como un don celestial que termina con seis años de una sequía impenitente en este país del norte de África dependiente en alto grado de la agricultura.
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