En la pesquisa los científicos dirigieron un análisis genético en profundidad de datos de decenas de miles de familias en Noruega, pues los escandinavos están entre los mayores consumidores de café del mundo, al beber como promedio cuatro tazas diarias.
Los participantes respondieron preguntas sobre el desarrollo de su hijo hasta los ocho años, incluidas sus habilidades sociales, motoras, lenguaje e indicadores de autismo.
Tras analizar estos datos, los expertos no encontraron vínculo alguno entre el consumo de café durante el embarazo y las dificultades en el desarrollo neurológico de los bebés.
Se suponía que la acumulación de cafeína afectaba el cerebro fetal en desarrollo, pero los estudios observacionales anteriores no podían explicar otros factores ambientales como el alcohol, el humo del cigarrillo o la mala alimentación.
Los investigadores argumentaron, además, que los cambios fisiológicos que ocurren a lo largo del periodo de gestación impiden que la cafeína se descomponga fácilmente y pueda atravesar la placenta y llegar al feto, donde no existen enzimas para metabolizarla.
Aún así los investigadores aconsejan a las futuras madres que sigan las directrices médicas sobre el consumo de cafeína.
jha/lpn