Por todo el país los comercios y floricultores ofrecen esos productos, mientras la proyección oficial apunta este año a la recaudación de más de 55 millones de dólares en ganancias por la alta demanda que prevalecerá hasta el mes próximo para adornar casas, panteones, mercados y calles.
La preferida de la época es la cempasúchil, según la tradición su olor es lo primero que notan los difuntos al despertar y regresar el 1 y 2 de noviembre a este mundo, pero además su color intenso les marca el camino a las almas para dirigirse a las ofrendas de sus seres queridos.
Esa flor es originaria de México, su nombre proviene del náhuatl “Cempohualxochitl” y durante la época prehispánica los mexicas asociaban su color amarillo con el sol, por lo cual la utilizaban en los altares, ofrendas y entierros dedicados a los ancestros.
Sin embargo, tiene uso medicinal, principalmente se emplea para aliviar padecimientos digestivos, fiebre e incluso enfermedades respiratorias como la tos, pero igualmente sirve en el tratamiento de problemas de la piel como verrugas, salpullido y llagas.
También tiene aplicaciones industriales en la fabricación de pigmentos naturales y los productores exploran darle otro valor agregado si fructifican los proyectos encaminados a procesarla para artículos de la cosmética, el sector alimentario y el textil.
El Día de los Muertos es una de las tradiciones más importantes y vistosas de la cultura mexicana y su celebración se relaciona con muchos ritos y costumbres únicas.
Aunque en el catolicismo cada 1 y 2 de noviembre es el Día de los Fieles Difuntos, en el caso de México la conmemoración es diferente a esa liturgia y algunos entendidos consideran que, en realidad, la forma en que se celebra no es exactamente un sincretismo religioso.
Por lo general, la festividad se extiende durante casi una semana con una motivación o procesión diferente a diario para rendir pleitesía a numerosas deidades de la época prehispánica y por medio de rituales ancestrales llegados hasta nuestros días.
Los cementerios son los protagonistas y los familiares pagan a obreros para reparar tumbas, librar de hierbas y suciedad los panteones, y acomodar ofrendas.
Otra costumbre es que padres, hermanos, hijos y otros parientes más cercanos limpien las osamentas, principalmente las calaveras, las coloquen en el centro de la reunión familiar junto a las flores, y preparen una mesa con las comidas que más le apetecían al difunto, acompañadas de tequila, mezcal y otras bebidas.
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