El Día de la Unidad Nacional sustituyó la festividad por el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre que se conmemoraba cada 7 de noviembre desde 1918 y dejó de celebrarse al desintegrarse la Unión Soviética en 1991.
Aunque se trata de una fiesta relativamente nueva, sus raíces se remontan al principio siglo XVII, un periodo duro en la historia de la nación eslava, después de que en 1598 con la muerte del zar Iván el Terrible se interrumpiera la dinastía de los Riúrikovich y el gobierno moscovita se desintegrara.
La nobleza rusa e impostores que se hacían pasar por herederos de los Riúrikovich se peleaban por el trono. El vacío del poder firme provocó oleadas de disturbios. El país estaba arruinado y la gente sufría de hambre.
La intervención de los ejércitos extranjeros empeoró aún más la situación: las provincias del norte quedaron bajo el poder de Suecia y en 1610 las tropas polacas ocuparon Moscú.
Paulatinamente iba cuajando la opinión que había que reunificar el país. La población empezó a recaudar fondos para armar a las milicias compuestas por gentes de todas las capas sociales.
En noviembre de 1612 la milicia popular, bajo el mando del príncipe Dmitri Pozharski y el regidor Kuzmá Minin, atacó a las tropas polacas y después de encarnizados combates logró liberar la capital rusa. Transcurrido un año, ascendió al trono el primer zar de la dinastía Romanov, Mijaíl. En aquel entonces los rusos de diferentes estratos sociales y creencias religiosas superaron la separación, se unieron para salvar la Patria y liberarla de los invasores extranjeros. Lograron restaurar la integridad del Estado, establecieron la paz y la estabilidad civil en el país.
Hoy, el Día de la Unidad Nacional simboliza la reconciliación política en la sociedad rusa y está destinado a contribuir a la unidad de más de 190 pueblos que con todas las diferencias étnicas, religiosas y sociales viven pacíficamente en Rusia, que los acoge como una patria común.
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