El propósito falló, pero sus secuelas se sentirán durante mucho tiempo, dijo el alto funcionario en la reunión de los secretarios de los Consejos de Seguridad de los países que integran la Comunidad de Estados Independientes (CEI), que acoge Moscú.
La CEI aglutina a Armenia, Azerbaiyán, Belarús, Kazajstán, Kirguistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Ucrania.
Shoigú enfatizó que Ucrania fue usada como una «herramienta» para infligirle una derrota estratégica a Rusia.
El alto cargo advirtió que el «gobierno ucraniano se convirtió en un terrorista peligroso manejado desde el exterior, que a diferencia de las redes terroristas internacionales, posee su propia industria y territorio bajo control».
Denunció que las autoridades de Kiev al incursionar en la provincia rusa de Kursk buscaban tomar la central nuclear y continúa sus ataques regulares contra la planta nuclear de Zaporozhie y las infraestructuras críticas.
Según el secretario del Consejo de Seguridad ruso, «ahora cuando la situación es desfavorable para el régimen ucraniano en el campo de batalla, Occidente está ante el dilema de si seguir con la financiación al régimen y el aniquilamiento del pueblo ucraniano o reconocer la realidad y empezar las negociaciones».
Las fuerzas rusas llevan a cabo desde febrero de 2022 una operación militar para detener los bombardeos ucranianos contra los civiles de Donetsk y Lugansk, dos territorios que se independizaron de Ucrania en 2014 y se incorporaron a Rusia en septiembre de 2022.
Conforme al liderazgo ruso, los objetivos de la campaña militar son detener «el genocidio de los pueblos de Donetsk y Lugansk que cometía el gobierno ucraniano» y atajar los riesgos de seguridad nacional que representa el avance de la OTAN hacia el este.
Ucrania es apoyada militarmente por la mayoría de los países miembros de la alianza atlántica, el bloque bélico que lidera Estados Unidos.
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