Aunque para las elecciones falta más de año y medio, ya se afilan los colmillos cinco senadores del partido Centro Democrático (CD), creado en 2013 por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010).
Los precandidatos por esa agrupación política son Andrés Guerra, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y Miguel Uribe, quienes comparten un odio visceral por el actual presidente Gustavo Petro y así lo manifiestan públicamente.
En el primero de los foros realizados por los mentados aspirantes, estos coincidieron en sus críticas a la política medioambiental promulgada por la actual administración y cada uno de ellos estuvieron de acuerdo, de una forma u otra, de potenciar la industria de los combustibles fósiles.
Obviamente, concomitan en su anhelo de desterrar todo vestigio de la izquierda en el poder.
Aun cuando la derecha coincide en su deseo de quitar del camino al progresismo, no es precisamente la unión lo que prima entre los precandidatos, por lo menos entre los uribistas.
Según una misiva difundida por congresistas que militan en CD, las pretensiones electorales generan pugnas internas y contribuyen a la fragmentación de ese partido.
El documento está dirigido a los aspirantes, entre los cuales parece que prevalece algún tipo de conflicto luego de que una encuesta diera como favorito a Miguel Uribe.
“Exhortamos a la búsqueda de la unidad (…). La bancada no apoya intenciones de desunión por parte de ninguno”, plantearon los legisladores firmantes de la misiva en referencia a las señales de inconformidad surgidas tras la difusión del sondeo.
Además de los uribistas, se sumó también al ruedo electoral la outsider Vicky Dávila.
La exdirectora de la revista Semana oficializó su intención de llegar a la presidencia, pero como no cuenta con el respaldo de ningún partido político deberá recoger firmas para poder colarse en la campaña.
Su anuncio no fue muy bien recibido en algunos sectores de la sociedad.
La senadora por el Pacto Histórico Sandra Ramírez, por ejemplo, consideró que la periodista se lanzó al terreno político con el impulso de empresarios y de la extrema derecha en la nación sudamericana.
“La democracia se fragmenta cuando, utilizando a Semana como trampolín para fortalecer su campaña, decidió atacar a sus opositores y armar toda una estrategia de desprestigio contra el Gobierno Nacional”, escribió la legisladora.
Otros que quieren ser gobernantes son el senador del Partido Liberal Mauricio Gómez, y el excandidato a la alcaldía de Bogotá y actual concejal Juan Daniel Oviedo.
Mientras, el Pacto Histórico, integrado por una docena de movimientos progresistas, busca fortalecerse también de cara a la campaña.
Hasta el momento, dos de sus partidos miembros, la Unión Patriótica y Colombia Humana, dieron su anuencia para integrarse en una única agrupación.
El Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), en cambio, descartó esa opción, aunque manifestó que seguirá apoyando a las fuerzas progresistas y refrendó su apoyo al actual Gobierno.
“Mandamos un mensaje de unidad del sector alternativo. Para el 2026 vamos más unidos que nunca, las fuerzas oscuras no volverán a manejar las riendas de este país”, escribió la senadora Martha Peralta, quien fue elegida como precandidata presidencial por esa asociación.
El MAIS también aprobó una escisión para permitir la separación de sus filas de los congresistas María José Pizarro, David Racero y Heráclito Landínez, que sí están de acuerdo con hacer del Pacto Histórico una única colectividad.
En este punto ya es evidente que en Colombia, de manera muy anticipada, se lanzan los dados de cara a las elecciones de 2026, para cuyo desenlace queda mucho camino aún.
Lo más claro del panorama es que existe una oposición motivada por el deseo de derrotar a la izquierda, en tanto el progresismo busca blindar sus filas porque reconoce que en la unidad están sus mejores oportunidades de vencer.
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