La penetración y saqueo de la sede diplomática de la República Islámica de Irán, aliada del derrocado presidente Bashar al Assad, puede pasar como acción política del grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante, árabe), integrado por musulmanes sunitas.
Sin embargo el hecho de que la mayoría de los iraníes profesen la rama chií del Islam, adversarios de la sunita, tiñe la agresión contra la sede diplomática de cierto matiz sectario que alimenta temores en la población, aumentados al saberse que esa entidad es leal a Estado Islámico (EI).
Esa agrupación es notoria por sus desmanes en las zonas que ocupa tanto en Levante, como en África, en las cuales practican decapitaciones, mutilaciones y flagelaciones públicas contra aquellos que llaman “kaffir” (infieles, no creyentes, en árabe) de ambos sexos.
Las aprensiones pasaron inadvertidas en la vorágine de la entrada y ocupación de los opositores armados y la ocupación de edificios oficiales capitalinos, entre ellos el Ministerio de Defensa y la Radio Nacional, pero se hicieron más tangibles hoy con la destrucción del santuario de Sayeda Zeinab, localizado a pocos kilómetros de esta capital.
Nieta del profeta Mohammed, Sayeda Zeinab es una de las mujeres santas del Islam y estuvo junto a su hermano Hussein, nieto del profeta Mohammed, muerto en el combate del desierto de Kerbala, Iraq, cuya caída en combate conmemoran todos los años los chiítas durante la Achura, los 40 días de luto y dolor.
Tal vez dirigidos a calmar los comprensibles temores de la población estén dirigidas las declaraciones hoy del presidente del La Coalición Nacional Siria según las cuales existe un acuerdo para que el gobierno de transición en Siria, aún por integrar tras la caída del presidente Bashar al Assad, sea civil.
De momento tanto las conjeturas, como los recelos, pertenecen al reino de las especulaciones, las cuales solo serán disipadas, para bien o para mal, con el paso de los tumultuosos días del futuro inmediato.
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