Las discusiones que comenzaron el viernes, un día después de la renuncia del primer ministro Michel Barnier, censurado por la Asamblea Nacional, parecen subir de tono con la decisión del mandatario de marginar a los sectores que tilda de “los extremos”, LFI de izquierda y RN de derecha, fuerzas clave para derrocar la semana pasada al gobierno.
Según las interpretaciones de la medida asumida por Macron, el jefe de Estado busca construir un consenso que al menos evite la censura parlamentaria del futuro primer ministro y su gabinete.
Insumisos y partidarios de Marine Le Pen acumulan unos 215 diputados en la Asamblea Nacional, por lo que necesitarían mucho apoyo para llegar a los 289 requeridos de cara a la mayoría absoluta en el hemiciclo, donde el pasado miércoles 331 votaron a favor de la moción que decretó la caída de Barnier.
Otra lectura de la exclusión de LFI, cuyos líderes de cualquier manera han descartado negociar con el presidente, es el alegado interés de Macron en dividir al bloque de la izquierda Nuevo Frente Popular, el que más diputados logró en las legislativas de julio.
Ese resultado de la alianza entre insumisos, socialistas, ecologistas y comunistas es argumentado por la izquierda para exigir que el primer ministro salga de sus filas.
Sin embargo, han aumentado las contradicciones internas, tras la decisión de los líderes socialista, Olivier Faure; ecologista, Marine Tondelier, y comunista, Fabien Roussel, de aceptar la invitación al Elíseo a dialogar, aunque estos insisten en el reclamo del derecho de la izquierda a gobernar.
Ante la negativa a conversar con RN, el presidente del partido de extrema derecha, Jordan Bardella, acusó al jefe de Estado de ignorar a los 11 millones de franceses que votaron por esa lista.
Se trata de un irrespeto y una falta de elegancia alucinante, estimó el eurodiputado en la cadena BFM TV.
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