La vieja dama de estilo gótico se presenta ante el público reluciente, como si su primera piedra no fuese colocada en 1163 o si aquel voraz incendio del 15 de abril del 2019 no hubiese estado apenas a minutos de provocar el colapso del templo, declarado por la Unesco en 1991 Patrimonio de la Humanidad.
Más de un lustro después del ataque de las llamas, que destruyeron la aguja realizada en 1844 por el arquitecto autodidacta Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc e hicieron colapsar el techo y la carpintería, Notre-Dame brilla con sus campanazos, el sonido melodioso de su gran órgano, los frescos retocados, los retablos y vitrales limpios, y las esculturas resplandecientes, entre ellas la famosa Virgen de París (María con el niño Jesús), la cual retornó a la iglesia tras una procesión.
La Ciudad de la Luz recuperó a uno de sus principales símbolos, y se prevé la recepción de 15 millones de visitantes por año, con las primeras misas y accesos solo posibles mediante invitación o por entradas gratuitas obtenidas en una plataforma de reservación habilitada por la Diócesis de la capital francesa.
(Tomado de Orbe)
