El Sumo Pontífice, desde su silla de ruedas, presidió el rito de la apertura y entró a la Basílica de San Pedro, seguido por más de 50 peregrinos procedentes de todos los rincones del mundo, vestidos con sus trajes tradicionales.
Se trata del XXVII Jubileo católico, más de mil años después del primero, a cinco lustros del realizado por el papa Juan Pablo II, que introdujo a esa iglesia en el nuevo milenio, y el segundo durante el pontificado de Francisco, tras el efectuado en 2016.
En la basílica papal se celebró la Misa de Nochebuena, donde el Obispo de Roma, acompañado por unas 25 mil personas congregadas en la Plaza de San Pedro, y otras seis mil en el templo católico, pronunció una homilía donde llamó a “transformar el mundo” desfigurado por la lógica de la ganancia, plagado de pobreza, esclavitud y conflictos.
Entre los participantes, junto a cardenales, obispos y representantes de otras religiones cristianas, se encontraban además autoridades del gobierno italiano, entre ellas la primera ministra Giorgia Meloni y el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri.
“Hermanas, hermanos, ¡este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza!”, expresó el Papa Francisco
Es el momento, enfatizó, de “redescubrir la esperanza perdida, renovarla en nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo, sin demora” y pidió que “pensemos en las guerras, en los niños ametrallados, en las bombas contra escuelas y hospitales”.
Conminó a “traducir la esperanza en las situaciones de nuestra vida”, y a que “nos indignemos ante las cosas que están mal y tengamos el coraje de cambiarlas”, como “peregrinos en busca de la verdad”, y “no nos detengamos en la mediocridad y la pereza”.
“La esperanza es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal y las injusticias cometidas contra los más pobres” y “nos exige la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo eso, también a través de nuestra compasión”, sentenció.
Se trata de “la esperanza del amor, la esperanza del perdón”, que no decepciona y que debemos llevar donde se ha perdido “donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien ya no puede más, en la amarga soledad de quien se siente derrotado”.
En este año del Jubileo de la Iglesia católica “trae esperanza allí, siembra esperanza”, pidió el Pontífice, “en el sufrimiento que se clava en el alma; en las largas y vacías jornadas de los prisioneros, en las estrechas y frías habitaciones de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.
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