Ubicado en la provincia de Chimborazo, en la sierra central y a cuatro horas de Quito, el Desierto de Palmira es un sitio rodeado de pinos y con dunas formadas por una arena más oscura que la de otros lugares áridos.
Pero, ¿cómo se formó? ¿Es resultado de la naturaleza o es evidencia del cambio climático?
Una teoría analizada por expertos ambientales sugiere que el proceso que desencadenó la desertificación se inició en la época prehispánica. La erosión del viento, la sequedad del ambiente y el pastoreo intensivo propiciaron la formación de los médanos.
Cuentan que esas tierras pertenecían a comunidades indígenas que en algún momento decidieron enfrentar el avance de la desertificación mediante la siembra de los pinos, cuya madera actualmente es explotada de forma planificada.
Con la llegada de los turistas a la zona, las comunidades encontraron también la oportunidad de adaptar este atractivo natural al turismo y al mismo tiempo obtener ingresos.
A diferencia de la mayoría de los desiertos, donde las temperaturas durante el día suelen ser muy calurosas, en Palmira raramente el termómetro sobrepasa los 20 grados Celsius, por lo que recomiendan a los visitantes ir abrigados, pues incluso en octubre de 2021 la arena se cubrió de hielo tras una granizada.
Para muchos, este pequeño Sahara invita a la reflexión sobre el impacto ambiental, y también deja un mensaje de alivio, pues aunque otros sitios similares de Ecuador sufren el impacto del calentamiento global y la expansión agrícola, todavía mantienen sus ecosistemas preservados.
El desierto de Palmira es un tesoro nacional que recuerda la importancia de proteger los páramos y alimenta el espíritu de aventura, ya sea deslizándose por las dunas, haciendo senderismo, paseos a caballo o simplemente contemplando el atípico paisaje.
(Tomado de Orbe)