Reflejar el mundo tal cual es al amparo de la luz y los colores reales, una suerte de fotografía tomada por el artista con su pincel, fue la meta de unos cuantos jóvenes pintores franceses dispuestos a desafiar hace ya 150 años las rigurosas normas de la Academia de Bellas Artes, un paso rupturista y perfilador de futuros.
Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas, Berthe Morisot, Paul Cézanne, Camille Pissarro y Alfred Sisley son los más famosos e ilustres de aquella generación, en total una treintena de rebeldes, que organizó el 15 de abril de 1874 su propia exposición, aventura impensable para una época en la cual los canales oficialistas guiaban el ámbito cultural.
La sede: el atelier del escritor y fotógrafo Nadar, situado en el 35 boulevard des Capucines de París, las incertidumbres: muchas seguramente y el nombre: Impresionismo, tomado del cuadro de Monet de 1872 Impresión, sol naciente.
El tiempo no tiene marcha atrás, dice la ciencia, pero las reglas suelen aceptar excepciones, y a ese viaje al pasado posible apuestan el Museo de Orsay y sus socios, ayudados en parte por esa propia ciencia incrédula y amante de las evidencias.
La otrora estación de trenes de una de las márgenes del río Sena inauguró este martes la exposición París 1874 Inventar el impresionismo, en colaboración con el Museo de la Orangerie y la Galería Nacional de Arte de Washington, que acogerá la muestra de septiembre a enero del año próximo.
Alrededor de 130 obras conforman la exposición prevista hasta el 14 de julio, diseñada para conocer los orígenes del movimiento vanguardista, el choque cultural que representó y los caminos que despejó.
La otra propuesta de Orsay es tan osada e innovadora como aquella de Monet, Renoir y compañía, una experiencia inmersiva de realidad virtual llamada Una velada con los impresionistas París 1874.
Vivir aquella jornada de primavera como si uno fuese un protagonista suena más que interesante y no resulta tan complicado, bastan un casco de realidad virtual y deseos de soñar, y claro, guardar silencio para no molestar a los genios, aunque no vendría mal poder decirles lo grandioso y eterno de su atrevimiento.
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