Hasta ahora, el diagnóstico consideraba la broncoconstricción como clave del asma, a partir de la cual se identificaba y se trataba como una patología del sistema inmune ante un agente externo, interno o genético, que producía ahogo, moco, tos y otros síntomas.
La investigación de un equipo, encabezado por la Escuela de Salud Pública Harvard T.H. Chan, de Estados Unidos, analizó la contracción repentina de las vías respiratorias, la compresión a nivel celular en los pulmones de ratones con asma y el tejido respiratorio de los pacientes.
A partir de esos exámenes, los especialistas hablaron de extrusión, un fenómeno derivado de la broncoconstricción, que produce daños en el tejido de las vías respiratorias y genera inflamación y secreción de moco, tanto en ratones como en humanos.
El estudio propone prevenir el daño mecánico causado por una crisis asmática, en lugar de tratar únicamente los síntomas posteriores, también demostró que el uso del albuterol, un broncodilatador de acción corta utilizado para tratar el asma, no previene los daños de los epitelios ni la inflamación.
Sin embargo, los inhibidores que detenían la vía de extrusión celular contrarrestaban el daño mecánico de las vías respiratorias y reducían significativamente la respuesta inflamatoria, lo que supone un paso más allá en el tratamiento de la enfermedad.
Tales hallazgos no solo establecen que la broncoconstricción es un estímulo proinflamatorio, sino que también apuntan hacia el potencial de nuevas vías de investigación que busquen inhibir un círculo vicioso mecanoinflamatorio, según una artículo de análisis que acompaña a la investigación.
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