La escapada, caída del cielo como inesperado maná, causó daños en la construcción del penal que los reclusos, ni tardos ni perezosos, aprovecharon para tomar rumbos desconocidos, menos 10, capturados apenas traspusieron sus celdas y disfrutaron los primeros sorbos de libertad.
Unidades de la Policía y del personal del reclusorio de Suleja, escenario del drama, en colaboración con servicios de seguridad, están en una cacería humana en pos de los fugitivos calificados de riesgo para la seguridad pública por los delitos que los llevaron tras las rejas.
Esta es la segunda ocasión en que ocurre una evasión masiva de prisioneros, la anterior dos años atrás, también de una cárcel capitalina mediante un ataque de hombres armados que incluyó a 400 internos, cuatro de los cuales murieron, al igual que un guardia y un asaltante.
Aparte sus inusuales rasgos, el incidente trajo al primer plano de la atención el estado de las cárceles nigerianas, que datan de la época de la dominación colonial, terminada en 1960, en este país el más poblado de África y primer productor de petróleo entre los estados al sur del Sahara.
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