Desarrollar e implementar orientaciones para prevenir la propagación de tales infecciones ha sido una prioridad clave para la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las nuevas directrices incluyen 14 declaraciones de buenas prácticas y 23 recomendaciones sobre áreas clave para los trabajadores de la salud, que incluyen aspectos como: educación y capacitación, técnicas de asepsia y prácticas de higiene de manos, e inserción, mantenimiento, acceso, selección y retirada de catéteres.
Según los expertos, las malas prácticas en la inserción, mantenimiento y extracción de estos catéteres conllevan un alto riesgo de introducir gérmenes directamente al torrente sanguíneo, lo que puede provocar afecciones graves como sepsis y complicaciones difíciles de tratar en órganos importantes como el cerebro y los riñones.
También pueden ocurrir infecciones de tejidos blandos en el sitio de inserción del catéter.
Hasta el 70 por ciento de todos los pacientes hospitalizados requieren el uso de un catéter insertado en una vena o arteria periférica, también conocido como catéteres de inserción periférica, en algún momento durante su estancia hospitalaria.
Las personas que reciben tratamientos a través de catéteres suelen ser particularmente vulnerables a las infecciones, ya que pueden estar gravemente enfermas o tener baja inmunidad.
De acuerdo con estimaciones de la OMS, entre los años 2000 y 2018 la mortalidad promedio entre los pacientes afectados por sepsis asociada a la atención médica fue del 24,4 por ciento, cifra que aumentó al 52,3 por ciento entre los pacientes tratados en unidades de cuidados intensivos.
Muchas infecciones del torrente sanguíneo son causadas por infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos.
Se estima que la resistencia bacteriana a los antimicrobianos fue directamente responsable de al menos 1,27 millones de muertes y contribuyó a 4,95 millones de decesos adicionales en 2019.
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