Son necesarias “opciones valientes, concretas y a largo plazo”, así como “un mayor compromiso de todos los gobiernos”, dijo el Sumo Pontífice en la clausura de la cuarta edición de ese evento, cuyo objetivo es sensibilizar a la opinión pública sobre problemas relacionados con la disminución de la tasa de natalidad.
En su intervención, cuyo texto fue divulgado por la oficina de prensa de la Santa Sede, el Papa señaló que el número de nacimientos es el primer indicador de la esperanza de un pueblo pues “sin niños y jóvenes, un país pierde las ganas de futuro”.
Puso como ejemplo a Italia, donde la edad promedio es actualmente de 47 años, mientras que en algunos países de Europa central es de apenas 24, y alertó que los registros negativos aumentan y Europa, de ser el denominado Viejo Continente, en la realidad se está transformando cada vez más en un continente viejo “cansado y resignado”.
“La vida humana no es un problema, es un regalo”, expresó, y apuntó que “en la base de la contaminación y del hambre en el mundo no están los niños que nacen, sino las elecciones de quienes sólo piensan en sí mismos, el delirio de un materialismo desenfrenado, ciego y rampante”.
El consumismo, “como un virus maligno, socava la existencia de las personas y de la sociedad desde la raíz”, en un mundo donde las armas que matan y los anticonceptivos que impiden la vida son las inversiones que generan más ingresos.
Es necesario promover “una cultura de generosidad y solidaridad intergeneracional, para revisar hábitos y estilos de vida, renunciando a lo superfluo para dar a los jóvenes esperanza para el mañana” aseveró y pidió que en tal sentido “no nos resignemos a un guion ya escrito por otros”.
¡Comencemos a remar para invertir el rumbo, incluso a costa de ir contracorriente!”, animó el Papa, y concluyó reconociendo que entre las bajas tasas de natalidad, guerras, pandemias y cambio climático no es fácil mantener viva la esperanza, “pero no desistáis, tened fe, porque el mañana no es algo inevitable: lo construimos juntos”.
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