El vicemantario murió la semana pasada junto a nueve funcionarios y tripulantes que lo acompañaban en un viaje a su ciudad natal cuando el bimotor de la Fuerza Aérea en que se desplazaba se precipitó a tierra en una zona de difícil acceso y en medio de un mal tiempo.
Ambos factores adversos fueron insuficientes para apagar las dudas de sus allegados que demandaron de inmediato una pesquisa independiente sobre las circunstancias de la catástrofe que costó la vida a Chilima, de 51 años, cuyo paso por la política estuvo marcado de acusaciones de corrupción administrativa.
Tan pronto el aparato perdió contacto con la torre de control, cientos de guardabosques, soldados y policías fueron movilizados hacia la probable zona del desastre y encontraron la aeronave siniestrada y sus ocupantes muertos.
Los deudos del alto funcionario y medios opositores criticaron de inmediato que la aeronave no estuviera equipada con un transpondedor, procedimiento estándar tanto en los vuelos militares, como civiles, más aún cuando se trata de la presencia de un alto funcionario.
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