Los impactos medioambientales de la guerra en Gaza no tienen precedentes, según una evaluación preliminar publicada este martes por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
“El agua y el saneamiento han colapsado. Las infraestructuras críticas siguen diezmadas. Las zonas costeras, el suelo y los ecosistemas se han visto gravemente afectados. Todo ello está perjudicando profundamente la salud de las personas, la seguridad alimentaria y la resiliencia de Gaza», afirmó la directora ejecutiva del organismo, Inger Andersen.
Se calcula que el conflicto ha generado 39 millones de toneladas de escombros: por cada metro cuadrado de la Franja de Gaza hay ahora más de 107 kilogramos de escombros.
Estos plantean riesgos para la salud humana y el medio ambiente, por el polvo y la contaminación con artefactos explosivos sin detonar, amianto, residuos industriales y médicos y otras sustancias peligrosas, además de los numerosos cadáveres existentes entre los escombros.
Las cinco plantas de tratamiento de aguas residuales de Gaza cerraron, y las aguas residuales contaminan las playas, las aguas costeras, el suelo y el agua dulce con multitud de patógenos, nutrientes, microplásticos y sustancias químicas peligrosas, lo que supone una amenaza a la salud humana, la vida marina y los cultivos.
Además, cinco de cada seis instalaciones de gestión de residuos sólidos de Gaza están dañadas.
El informe añadió que en las zonas densamente pobladas se han desplegado municiones que contienen metales pesados y sustancias químicas explosivas, contaminando el suelo y las fuentes de agua, y suponiendo un riesgo para la salud humana que persistirá mucho tiempo después del cese de las hostilidades.
«Necesitamos urgentemente un alto el fuego para salvar vidas y restaurar el medio ambiente, para que los palestinos puedan empezar a recuperarse del conflicto y reconstruir sus vidas y medios de subsistencia en Gaza», sentenció Andersen.
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